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No hay partido como un Clásico. Se trata del enfrentamiento con el que todo niño futbolero sueña. Ese partido que se imagina jugando cuando sea mayor. Muy pocos llegan a vivirlo en primera persona. Este fin de semana, un puñado de futbolistas del Barcelona tiene la posibilidad de disputar sus primeros minutos en la madre de todos los partidos. Y es que, aunque sea sin público, un Clásico siempre es un Clásico.

Se estrenará Ronald Koeman en el banquillo azulgrana en un clásico e intentará que la revolución de los jóvenes, con Ansu Fati y Pedri como estandartes, le permita reforzar su proyecto, al que se le ven unas cuantas cosas positivas. Decidió nada más llegar cambiar el dibujo y ordenar un doble pivote, tres mediapuntas y Leo Messi arriba.

Un 4-2-3-1 que puede ser un 4-2-4 y un 4-5-1, pero sobre todo lo que se le ha visto a su Barça es que tiene “piernas frescas” para plantar cara a cualquiera.

La llegada de Pedri, la de Trincao y la de Sergiño Dest le han dado otra energía al equipo, pero sobre todo el Barça ha empezado a construir un camino nuevo después de aquel terremoto que supuso el 2-8 encajado en Lisboa ante el Bayern de Múnich.

De aquello, el equipo puede recuperarse poco a poco, pero difícilmente la directiva, que se ve acorralada por una moción de censura, el Barçagate y aquel burofax enviado por Leo Messi en el que le pidió a Bartomeu irse del Barça.

Messi tiene cuentas pendientes en el que podría ser su último clásico en casa. No ha marcado en los últimos cinco duelos ante el Real Madrid

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